Una despedida
se basta en sí misma....
no busca palabras,
gestos ni efectos...
no busca la eternidad
de los instantes...
pero sí el instante
de lo definitivo...
la melodía
que, a veces,
desgarra
y otras aplasta...
esa turbia densidad
del vacío...
Para la despedida
no hay preparativos....
simplemente
estar a tiro....
y que, inclusive,
sin saberlo...
te importe
el des-olvido...
Las despedidas
que se dicen
no son mejores
que las que se callan...
La simple diferencia
está,
en clavar un puñal
mirando a los ojos...
o enterrar un veneno
en la dulzura de la copa...
que si las despedidas
-poco o mucho-
pero matan...
porque están hechas
de polvo de adiós
y de nostalgias...
de manifiestos inconclusos
y supuestos...
como ese clarín
que resuena solitario
y convierte en cementerio
el corazón...
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