(dedicado a mi hijo Manolo; hoy es para su abuela, que fue a hacerle postres de caramelos).
Toqué tus párpados cerrados, con mi boca/
y los sentí ardiendo de frío/
Besé tu frente de piedra congelada y tus manos de nieve/
y supe que un invierno sin fin en tu pecho hizo nido./
Los mares sin memoria ni olvido,/
desembocaron en mi garganta ciega,/
y mastiqué la sal de sus profundidades/
muriendome de sed /
y temblando de frío/
Busqué en tu pecho el aleteo del pájaro de fuego,/
y había huido aterido/
y en el hueco del nido:
/de mis manos cayeron uno a uno los pétalos marchitos/
por la helada... que te llenó el cuerpo de frío
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