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La realidad no existe ni merece ser contada...

martes, 30 de diciembre de 2014

Síndrome del nido vacío

Este año experimenté el síndrome del "nido vacío". De repente caí en la cuenta de que mi hija se había hecho grande, y que ya estaba para andar sus propios caminos. Yo había determinado que el 2015 sería el año en que comenzaría a vivir lo que tan acertadamente denominan algunos "la segunda juventud", con nuevos proyectos y una nueva forma de mirarme a mí misma. Pero al día siguiente de cumplir años, esa sensación de "nido vacío" se agigantó. Comprendí que ya no podía esperar. Así que cumplí años un sábado y ese lunes me estaba matriculando en una escuela de teatro, planeando descubrir mundos nuevos. También me puse las pilas para un cambio de trabajo, arriesgar por lo que me gusta y apasiona: toda forma de arte. Estudiar lo que me gusta, trabajar en lo que me gusta; afuera de cualquier otra motivación. Por supuesto que esas metas las bajé a tierra, para que sean realizables. Por añadidura vinieron grandes satisfacciones para mi alma. También grandes afectos, entre compañeros y maestros. También bendiciones, tal vez, inmerecidas, que trajeron paz a mi espíritu. Adversidades también, claro está. Pero con la mirada puesta siempre más allá de ellas, y observando el vaso medio lleno. Los adioses que nos recuerdan que "poder decir adiós es crecer", esa gente que se va pero está... en algún lugar que soñamos mejor. Llegaron los landays con la fuerza incontenible de la libertad... la bicicleta para decirme que yo puedo... la familia para recordarme que el nido vacío, en realidad, es el yo vacío que necesita llenarse, y el compañero de vida para compartir las pequeñas grandes nimiedades del día a día, y, en especial, para reír juntos. Ya no estás vacío 2014. Te espero 2015! 

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