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lunes, 10 de julio de 2017

Las almas del arroyo

Al principio fue solo una, pero con el tiempo, o mejor dicho el mal tiempo, la cantidad de cruces fue creciendo. Todas ellas pesan sobre nuestro corazón cada vez que las miramos, cada vez que cruzamos y recordamos cuántas vidas quedaron para siempre entre sus aguas. 

El arroyo Ysaty divide a dos populosos barrios: El Ysaty La Victoria y el Santa Lucía de Cuatro Mojones.  Goza de una triste fama por haber arrastrado a muchas personas cuyas vidas quedaron para siempre perdidas en el violento cauce que solo despierta en los días de tormenta. Las voces las escuchamos todos, son gritos, lamentos, quejidos y llantos. Muchas veces salimos de nuestras casas desesperados, pensando en que esta vez sí será en serio, que alguien nos necesita. Pero de nuevo lo mismo, nadie está. Solo esas almas y nosotros...

Intentando cruzar el puente para salir a la ruta y tomar el bus, muchos son los que murieron al caer de la precaria estructura. 
El "amenazo" despierta a las almas en pena que entonces deambulan por el arroyo anhelando, tal vez, un eterno descanso. Con los sonidos del raudal también llegan los pedidos de socorro, los eternos ruegos de auxilio. Las almas no descansan. El horror de sus últimos momentos es un eterno devenir. 

Este es tan solo uno de los tantos relatos: "Cuando regresaba de casa de una novia. Ese era mi paso obligado. El puente para atravesar el arroyo. Esa noche sería diferente... Al intentar cruzar, algo me atajó. No lo podía ver ni escuchar. Solamente tenía esa horrible sensación que me paralizaba de miedo. Solo veía un remolino que golpeaba con fuerza alrededor. Aterrorizado corrí hasta el patio de un vecino. Recién entonces sentí que me liberaba de aquel extraño ser que intentaba arrastrarme hacia el fondo del arroyo". 

Y este otro testimonio. Toda una vida marcada por las cruces: "Desde niña escuchaba gritos y llantos en las noches de tormenta. Esas almas necesitan oración, me decía". 

Las cruces recordaban esas muertes. Las más antiguas eran de 1900. Muchas de ellas se perdieron o robaron. En 1960 los vecinos levantamos el oratorio. Allí colocamos todas las cruces, algunas rescatadas desde el lecho mismo del arroyo. También formamos el grupo de "Estacioneros de la Santísima Cruz", honrando a los muertos y a sus cruces, entonando cánticos y rezos para alejar a los malos espíritus. El 3 de mayo, día de la cruz, la ceremonia del Curuzu Yegua es infaltable. Pero ninguna de estas manifestaciones religiosas parece calmar a las almas en pena del arroyo. "Mamá, ayudame. Ayudame, mamá...". Los gritos continúan en el arroyo. 

Los que conocemos esta historia no nos acercamos al puente pasada las diez de la noche. Aunque a estas almas en pena no hace falta buscarlas. Ellas salen solas al encuentro de los mortales, de cualquiera que les reavive la esperanza de un eterno descanso. En ocasiones observo a los espíritus vestidos de blanco. Sus ropas se arrastran. Ellos fuman aunque no tengan cabezas. Suplicantes gemidos acompañan a sus pasos. 

Intentamos solucionar el drama construyendo puentes de madera pero estos eran muy precarios y los arrastraba la "correntada" en tiempos de intensa lluvia. Muchos vieron allí su final. Ahora forman parte de las numerosas almas del arroyo. Espíritus que por algún motivo no encontraron consuelo. Todavía aguardan... esperan... a que les llegue el tan ansiado descanso.

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