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martes, 25 de julio de 2017

Una tarde mi viejo me llevó....

Una tarde mi viejo me llevó…
En honor a la verdad, de pequeña yo decía que era cerrista como mamá, mi hermana era olimpista como mi papá. Pero una tarde mi viejo me subió a su vieja Peugeot familiar y me llevó a pasear. Fue un viaje extraño cuya primera parada consistió en una canchita de tierra con palos como arcos.
- Esta es la cancha de Cerro- me dijo muy serio. Yo miraba con los ojos muy abiertos. A pesar de mis pocos años comprendía la precariedad de una canchita de barrio.
De nuevo en el auto proseguimos el paseo hasta la segunda parada. Esta vez mis ojitos contemplaban lo que yo consideraba una gigantesca mole de cemento. No hace mucho deduje yo (¡tan genia!) que debió tratarse del Estadio Defensores del Chaco.
-Esta es la cancha de Olimpia- me dijo - ¿Querés ser de Cerro o de Olimpia?- me preguntó.
Me quedé en silencio. Tenía el corazón dividido entre mi mamá y mi papá. Supongo que se dio cuenta de lo que ocurría en mi corazoncito de niña pero no dudó. Mi viejo sacó el as que guardaba bajo la manga.
-Si te hacés de Olimpia te regalo esta remera- hizo su jugada desplegando una pequeña franjeada ante mis ojos, que se iluminaron. Jamás había llevado la casaca de un club.
A partir de entonces fueron muchas tardes y mañanas en la cancha, porque mi papá también seguía a las inferiores. Fueron varios recuerdos que me traía de sus viajes con el Olimpia. Tardes de escuchar su vinilo con la historia del club narrada por la voz de su amigo Papote Fretes, especialmente en los aniversarios del club. Paseos vistiendo una remera con la foto del grandioso equipo campeón del 79, medias y boina a tono; y los hinchas que me pedían fotos. Me sentía una pequeña y anónima celebridad. Fueron las gloriosas campañas donde papá decía que yo era su amuleto y que Olimpia no perdía cuando yo estaba. Le creía. No me interesaba el fútbol pero me encantaba acompañarlo. Hace más de diez años que se fue; me dejó recuerdos buenos y malos. Era tan humano. Yo elijo los buenos… los mejores… muchos de ellos se reparten en las gradas y la prefe, con nuestras almohadas de Olimpia y una gran bandera que felices hacíamos bailar.
No se molesten con él por modificar la realidad a su conveniencia. Cualquier fanático haría lo mismo. En cuanto a mí; no son los colores; son los recuerdos que con esos colores me legó. Es solo por eso que hoy puedo decir: que una tarde mi viejo me llevó...

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